De ballet y de risas
Hace no mucho, comentaba con Dianora, la tortura que supone querer reírse y no poder hacerlo por determinadas circunstancias (como por ejemplo, que estés en el trabajo y no es plan de ponerse a llorar por la risa). Pero hay otra clase de tortura, mucho más dulce y agradable, que es querer parar de reír y ser incapaz. Y eso me pasó a mi este mediodía.
Estaba yo esperando tan feliz en la parada del autobus, canturreando la canción que sonaba en mi reproductor de mp3 y tomando el solecito, cuando le veo aparecer al otro lado de la carretera.
Imaginaos al "gachó". Andares viriles, no muy alto (más o menos de mi altura), fornido, su buena tripa (que o bien bebía mucha cerveza o va a tener trillizos), camisa de cuadros remangada y abierta (mostrando pecho lobo), sombra de barba espesa y cara de pocos amigos. Vamos, prototipo caduco del macho ibérico. La verdad es que no me habría llamado para nada la atención, si no hubiera protagonizado el detonante de mi risa. Ve que el autobus se acerca y pega una carrerita para cruzar la calle y cogerlo. Y poco antes de llegar a la acera (justo a mi lado) pega un saltito que ni Baryshnikov en sus mejores épocas.
¡Qué bellisimo movimiento! Esa pierna izquierda en el aire, brazos estirados a ambos lados del cuerpo y espalda recta, "grácil" como si estuviera en El lago de los cisnes...¡Qué profesional! ¿Y que podía hacer yo ante semejante demostración de ballet en estado puro? Tendría que haber aplaudido ese aterrizaje, pero claro, pasó por mi cabeza cierta imagen y se lió.
Empecé a reírme entre dientes, como Patán (el perro de Pierre NoDoyUna). Subí al autobus y entre risas, ocupé mi asiento esperando a que se me pasara. Pero claro, la imagen se había instalado en mi cerebro y no dejaba de reproducirse una y otra vez y ¡hala! empecé a reírme a mandíbula batiente. Y claro, para llamar un poquito más la atención, me caían por las mejillas unos lagrimones como puños. Tú vas notando como te va faltando el aire y te duelen las abdominales de tanto ejercicio, pero nada, que no hay forma de parar. Una parte de tu cerebro, la que se ha dado cuenta de la mirada extrañada de tu vecina de asiento, te dice "Silvia, que te puede ver algún cliente y se va a pensar que estás drogada", pero ni por esas...
Así que en un desesperado intento, haces acopio de todo tu autocontrol y parece que vas parando (además, eso de respirar está bien cuando no te queda ni una sola molécula de oxígeno en los pulmones) y levantas la vista. Entre lágrimas, ves a tu "Nureyev"...y la "jodiste".
De verdad, juro que no soy tan mala persona como para reírme de desconocidos, pero es que la situación me recordó cierta broma que tengo con mis amigas y claro...me tocó bajarme del autobus. Así que allí estaba yo, en la parada, colorada como un tomate (en parte por la vergüenza de que me mirara medio autobus), llorando como una Magdalena y sin poder parar de reír. Me ha llevado un buen rato parar.
Si reírse alarga la vida, este mediodía por lo menos, por lo menos, me he regalado 5 añitos.
5 comentarios:
jajajaja qué buenos ratos esos... y el autobús la de aquel... pero esos otros sitios en silencio y concentrados? a mi me pasó una vez en una clase de yoga, ahora no recuerdo por qué pero no podía parar... y empiezas a contagiar a toda la clase ¡genial!.
No se si alargará la vida, pero por lo menos el ratillo que te ríes la disfrutas doble.
¡Felices risas!
¡No te metas tanto conmigo, qué sólo quise hacerte reir!
Se ve que esta semana has alargado tu vida considerablemente. La otra tarde creo que me contaste que en el trabajo te entró la risa también con el grupito del IMSERSO...hija, que no paras...
Besos y risas
Y gracias por tu post en mujeres ;)
Cuando me fui estos días atrás, te dejé agobiada y preocupada y ahora vuelvo y me he perdido uno de tus ataques de risa. Y luego dices que no eres bicho...riéndose así del pobre hombre.
¿Cuándo nos vamos a marcar tú y yo uno de esos ataques? Uno de esos que al día siguiente te levantas como si te hubieran dado una paliza, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Besos
Fran, a mi vuelta del crucero, cuando quieras. Que a tí también te hace falta un buen ataque de risa. Además, así nos juntamos con Lito y que nos cuente que tal por el Tibet. Si es que no se queda allí vestido de lama...
Besos
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