martes, 3 de octubre de 2006

¿Chulería?

Este mediodía camino del gimnasio, me crucé con una de mis profesoras del instituto.
Ahí iba yo tan feliz con mi bolsa de deporte y la saludé por educación (aunque no me caiga bien). Y al reconocerme, me he llevado de regalo la misma mirada con la que me obsequió cuando acabé el instituto. Y es que a pesar de que han pasado trece años, cuando despliego mi "encanto", hago "amigos" para "toda la vida" con una facilidad...

Esta mujer era mi profesora de matemáticas de COU y nos tenía, a nuestra clase en general y a mí en particular, "enfilados". Y es que según ella, como se encargó de repetirnos en varias ocasiones, no éramos más que un "hatajo de fracasados que no deberían estar estudiando cuando van a acabar de reponedores del Pryca" y lindezas por el estilo (eso es motivar y lo demás son tonterías).

Lo de mi clase...pues no sé el motivo de esa inquina.
Sí, los de la clase de al lado eran alumnos y jóvenes modélicos: buenos estudiantes, hacían los trabajos a tiempo, chicos sanotes que se preocupaban por sus estudios y que se portaban bien.
Nosotros...éramos nosotros: más gamberretes, nos gustaba salir, beber, reír, muchos fumábamos, teníamos repetidores entre nuestras filas (en la otra clase no), entregábamos los trabajos tarde, hablábamos en clase...Pero éramos buena gente. Sólo que la mayoría llegamos a COU desmotivados o con otra clase de problemas y el resto...pues se unió a nuestra dinámica o no se atrevieron a ponernos freno. Pero por el hecho de no saber muy bien que hacíamos allí, no creo que nos mereciéramos los constantes desprecios de esa mujer. No éramos tan malos, sólo traviesos.

En mi caso...Yo era una de las más "revoleras" y en vez de cerrar el pico y tragarme las broncas, me revolvía. Un día me pilló en clase jugando a los dados y le contesté que no, que no jugaba, que estaba haciendo un estudio sobre la probabilidad (Acabé mi "estudio" en el despacho de la jefa de estudios). El primer trimestre se alegró de que yo cateara (por méritos propios, todo hay que decirlo), pero el segundo...

Me ayudó con la geometría un estudiante de arquitectura e hicimos un grupo de estudio unos cuántos de la clase. Volví a cogerle el gusto a las mates, me puse las pilas y saqué la mejor nota de las dos clases (las tres mejores notas de ese trimestre las sacamos los "fracasados"). ¡Cómo se cabreó!.
Cuando nos entregó el examen se le notaba la ira mal disimulada. Nos regaló otra de sus miradas de desprecio, mezclada con incredulidad antes de acusarnos de haber copiado y en mi caso (lo nuestro era amor), me hizo repetir el examen delante de toda la clase y de nuestra tutora para demostrar que había hecho trampas.
Je, je, je. Hice lo mismo que había hecho el día del examen y cuando acabé, en vez de callarme e irme con mi sobresaliente a casa, me acordé de sus miradas, me salió la "mala baba" y claro...Una mirada burlesca y una sonrisa de oreja a oreja en la cara antes de decir bien alto: "María Jesús, si es que lo de la geometría se me da bien. Estuve practicando en casa con lo briks de leche, para cuando me toque reponerlos en el Pryca...". Se oía el murmullo de la risa contenida cuando regresaba a mi asiento.

Pareció una pequeña victoria. En el momento, a mí me lo pareció.
Pero meses después, cuando de la evaluación de mi clase salieron muy cabreadas, y al borde de las lágrimas, tres profesoras diciendo que esa mujer no iba a levantar la mano con ninguno de nosotros, recordé la escena. Y aunque no hubo ni un reproche hacia ninguno de los más "revoleras", yo no pude evitar sentirme culpable.

8 comentarios:

Luis Caboblanco dijo...

Hay que hacer lo que a uno le pide el cuerpo, sobre todo cuando se es muy joven o muy viejo... ¡Hiciste bien!

Silvia dijo...

Sí, esa mujer quizás se mereciera una contestación así. Pero creo que "castigó" al resto de la clase por la actitud de unos cuántos y pagaron justos por pecadores.
Lo más irónico...conmigo sí que levantó la mano.
Un beso a ambos

Anónimo dijo...

En esas edades se nos queda todo muy marcado, y las experiencias con los profesores se recuerdan especialmente. Apuesto a que te vienen a la mente escenas casi calcadas de aquellos años, y a lo mejor eres incapaz de recordar qué hiciste el fin de semana pasado.

Yo sinceramente no la hubiera saludado por la calle, por verguenza y porque dado como os trataba no se lo merecía. O quizás me hubiera inventado un futuro más prometedor del que ella te aseguraba.

¿Siguen existiendo Prycas o se los fusionó alguien?

Silvia dijo...

Ivan, tengo buena memoria, pero sí, se me quedan más grabadas las escenas que tienen que ver con las emociones.

Pero es que yo no soy la misma persona que era hace 13 años y además, la conozco y por educación, me siento obligada a saludarla.
(Pryca ahora es Carrefour.)

Mar dijo...

admiro la capacidad de réplica, yo he sido siempre una mosquita muerta :) (o casi siempre)
besos...

Cobre dijo...

Nena a mí me parece estupendo, yo no me hubiese callado tampoco; perfecta ocasión para usar el sarcasmo!

Este post me ha transportado a la adolescencia. Diosss, q macarra, protestona y chula era!, bueno.. algo me queda! ;))
Algunos de mis profesores deben acordarse todavía de mí...

Un beso nordicaamadrileñá!

Anónimo dijo...

No creas a Tha; me pone firmes a cada momento..
Sobre lo que cuentas.. Creo que los alumnos érais parte del problema que vivisteis, pero el fallo esencial está en la profesora y, quizá, más que en ella, en un sistema que no designa a los profesores por su capacidad como tales sino, en el mejor de los casos, por lo que demuestran saber.
El maestro sabio rinde para el alumno muy dispuesto y, especialmente, cuando la disciplina es alta. Pero instruir -preciosa palabra cada día más en desuso- no es eso. Para instruir hay que enamorar -otra palabra maravillosa y cuya aplicación reduce cada día más la pobreza intelectual de los tiempos-; lograr que el aprendiz se enamore un poquito más cada día de la materia; que aprenda a dudar y así se cuestione el mundo y la vida; que se haga preguntas sobre lo que ignora y desee respuestas... En suma, que quien aprenda termine siendo quien exija aprender.

Y en España es lo contrario y cada día a peor. Ciñéndonos a la selección de los docentes, parece ser que prima obtener un sueldo de por vida -aunque me dé una higa la enseñanza-. Y no...
Porque nadie tiene derecho a enseñar, pero si todos tenemos derecho a aprender.

Silvia dijo...

Cu, una parte de mí me "sonríe" al recordarlo. ¡Qué chispa y qué ingenio! Chorradas...
Será que soy más mayor y de los errores se aprende, pero el sarcasmo no fue la mejor de las soluciones. La dejé en evidencia en público y fue una excusa más en su particular "batalla" contra nosotros.
¿Queríamos haberla cerrado el pico? Pues teníamos que habernos "dejado los cuernos" y haberle demostrado que, a pesar de ella y de lo nefasta que era como profesora, ahí estábamos.

Turu, si no la había creído. Líbrame de los mansos, que cuando se cabrean...
Claro que nosotros éramos parte del problema y los responsables de nuestra actitud. Muchos no querían estar ahí o si querían, querían otra cosa, como era mi caso y ella nos dió la excusa perfecta "Bah, si hagamos lo que hagamos, nos va a tratar igual, hagamos lo que nos divierte...".
Tienes mucha razón con el tema de los profesores, profe :-).
Lo mismo que yo era una de las más "revoleras" en matemáticas, me encantaban las clases de biología (y no te cuento de las de filosofía de tercero). Porque esos profesores adoraban enseñar y me contagiaron su entusiasmo.

Un beso