viernes, 9 de marzo de 2007

El antropólogo inocente

A veces, por un cúmulo de casualidades, descubres algo que no habrías descubierto sin la intervención del azar. Y eso me ha pasado a mí con el libro que da el título a este artículo.

Cada vez veo menos la tele; algunas series escogidas, Canal Cocina, documentales y canales musicales (que los escucho). Pero una mañana, no hace muchos días, en vez de la música que suelo poner, estaba sintonizado TeleMadrid y me encontré con una entrevista a Carlos Martínez de Campos. Ese caballero, además de presidente del Barclays Bank, es montañero y aventurero tal y como había leído unos días antes en una revista casualmente. En la entrevista de Telemadrid trató sobre su labor como presidente de la Sociedad Geográfica Española y sus viajes, todo de modo muy ameno.

Siempre me ha gustado mucho la geografía, así que, cuando tuve un rato, trasteé por la web de la SGE y dí con una lista de libros de viajes imprescindibles. Me resultó atractivo el libro que la encabezaba "El antropólogo inocente" de Nigel Barley. La antropología es un tema que me resulta atrayente y había leído algunos libros de sus colegas Marvin Harris, Ruth Benedict o Levi-Strauss y tomé nota mental de este libro. Pero las ocupaciones cotidianas hicieron que relegara el libro y la SGE al fondo de mi memoria. Hasta que unos días después pasé por la sección de libros de un conocido centro comercial y allí estaba el libro, mirándome con ojitos golosos. Y yo no sería yo, si pasase por delante de una montaña de libros sin picar con alguno...

Nada más subir a uno de los autobuses que me llevaría a mi casa, empecé el libro. Lo que yo me esperaba que fuera similar a "Vacas, cerdos, guerras y brujas" de Harris, un ensayo ameno y prolijo en información, me recordó más a "Mi familia y otros animales" de "Gerald Durrell. Y comencé a devorar página tras página.
Nigel Barley nos cuenta sus aventuras (y desventuras) durante su trabajo de campo con la tribu camerunesa de los dowayo. El choque cultural que se produce entre un profesor europeo y el África negra, la corrupción, los malentendidos causados por el idioma...todo con un fino humor inglés que me provocó unas buenas carcajadas (ante la mirada perpleja de mi compañera de asiento en el autobus).

Hay muchas anécdotas, de las que sólo voy a transcribir una a ver si os pica el gusanillo y lo leéis. Yo en cuánto pueda, me haré con la segunda parte, "Una plaga de orugas".

...Un ilustre funcionario francés dijo de la cerveza de mijo que tenía la consistencia de una crema de guisantes y el sabor de la parafina. La descripción es exacta. Los dowayos no beben otra cosa al mediodía y se emborrachan bastante pese a su bajo contenido alcohólico. Ello me intrigaba. Yo había decidido desde el principio tomar cerveza autóctona pese a los indudables horrores del proceso de fabricación. En mi primera visita a una fiesta dowayo hube de someterme a una dura prueba. "¿Le apetece un poco de cerveza?", me preguntaron. "La cerveza está surcada", respondí equivocadamente de tono. "Ha dicho que sí", les explicó mi ayudante con voz fatigada. Estaban asombrados. No se sabía de ningún blanco que hubiera tocado su cerveza. Cogieron una calabaza y procedieron a lavarla en honor de mi exótica sensibilidad, lo cuál hicieron entregándosela a un perro para que la lamiera. En el mejor de los casos, los perros dowayos no son bonitos; éste era particularmente repulsivo: flaco, con las orejas llenas de heridas abiertas donde se cebaban las moscas y enormes garrapatas colgando del vientre. El animal lamió la calabaza con fruición, tras lo cuál la llenaron y me la entregaron. Todo el mundo me miraba expectante. No podía hacer nada; dí cuenta de su contenido y exhalé un jadeo de placer. A ésta siguieron varias calabazas más...

5 comentarios:

Mar dijo...

¡y tanto que me ha picado! pero la lista de libros por leer es interminable... :)
¡Lo apunto!

Anónimo dijo...

¿Y cuándo me lo vas a dejar?
Un beso

Silvia dijo...

Dianora, resulta un poquito asqueroso, pero hay que verle el lado bueno: las enzimas de la saliva del perro le ayudarían a hacer la cerveza de mijo algo más digestiva. :-)

Tha, yo también tengo una lista enorme, pero merece la pena hacerle un huequito a este libro.

Fran, pues en cuánto me lo devuelva mi tía, te pasas a por él.

Besos

Anónimo dijo...

Con tu comentario, me acabo de acordar de cierta rubia que seguía comiendo hormigas con chocolate ante la cara de asco del resto del grupo...
Yo me voy a comer algo con más sustancia, como un chuletón.
Besos

Silvia dijo...

Es que son unos melindres.
Mientras que nadie sabia que era, zampando hormigas como si fueran conguitos, que algunos movían los dos carrillos que daba gusto.
Van y nos dicen lo que es y todos con ascos...pues no.
Yo me quedé un poco sorprendida pero como me gustaron, seguí comiendo. Además, lo que no mata, engorda (que podría engordar un poco menos...)
Besos