Portugal: Lisboa (I)
Ayer me tocó preparar un viaje por la Costa de Lisboa y la región de Leiria y la verdad es que disfruté como una enana. Me gusta mucho Portugal, pero por Lisboa siento debilidad. Es una ciudad que no deja indiferente: o la aborreces o te rindes a sus encantos. Y bueno, yo me rendí muy pronto.
Fui por primera vez a Lisboa el verano en el que cumplí 7 años y desde entonces, he repetido a menudo. Tuve la suerte de que mi padre vivió una buena temporada a caballo entre Madrid y Lisboa, por lo que me escapaba muchos fines de semana para pasarlos con él (además de las vacaciones estivales).
Nuestra casa estaba en la playa, en una zona dónde la bandera roja era bastante frecuente. Muchos de los días en los que estaba el mar guerrero y no podías darte un chapuzón, me iba a dar un 'garbeo' por Lisboa con la excusa de ir a buscar a mi padre al trabajo para comer con él.
El viaje desde São João da Caparica era genial porque tenía que cruzar el Tajo en transbordador. También se puede ir en autobus, cruzando el río por el puente, pero no es lo mismo.
Me gustaba hacer el trayecto en el exterior del barco, para embriagarme con el olor de la brisa marina. Tenía la sensación de sentirme observada por las dos 'moles' que acompañaban nuestra travesía. La primera, a nuestra espalda, era el monumento del Cristo Rei, desde el que se tienen unas vistas impresionantes de Lisboa y de la desembocadura del Tajo (sólo hay que subir en el ascensor hasta una altura de 82 metros).
Y a la izquierda, el “Puente 25 de abril".
Llamado puente Salazar cuando se inauguró, cambió su nombre en conmemoración de la Revolución de los claveles .
El trayecto finalizaba en la Estación fluvial y a través de una escalinata de mármol, se subía hasta la "Praça do Comércio", puerta de entrada desde el Tajo a la Baixa Pombalina. Lisboa fue casi totalmente destruida (las zonas menos afectadas fueron la Alfama y el barrio de Belem) por un terremoto en 1755, catástrofe que cambió radicalmente la fisonomía de la ciudad. El primer ministro, Sebastião do Carvalho, Marqués de Pombal, se puso manos a la obra y reconstruyó la ciudad siguiendo un trazado más racional, que fue ejemplo de ordenación urbanística para otras ciudades de la época. La Baixa es su máximo exponente, con sus calles anchas dónde reinan la simetría y el orden, que contrastan con el vecino (y algo caótico) barrio de la Alfama. Todo en la Baixa parece trazado con tiralíneas y sólo rompe la rectitud de sus formas, los adornos de las balconadas de sus fachadas y los mosaicos de las aceras de algunas de sus calles.
Me gustaba pasear por la plaza y perder tiempo curioseando por los puestos de los vendedores y artitas callejeros o viendo el ir y venir de los tranvías, antes de cruzar el arco del triunfo que sirve de nexo con la Rua Augusta.
Y ahí empezaban mis 'problemas'. Porque...¿dónde mirar?. Los azulejos que adornaban algunas fachadas, los escaparates de las tiendas, la vida que destilaban los cafés y restaurantes, la gente que paseaba...por no hablar de las aceras, con el claro-oscuro de sus mosaicos pulidos por millones de pasos. Todo me llamaba la atención. Así que pasaba ratos muertos paseando arriba y abajo por esa calle y sus aledañas. Cuando me hice más mayor, aprendí a disfrutar de una buena 'bica' (un café bien cargado) y un pastel de nata, mientras observaba desde la terraza de un café a los paseantes.
Una advertencia para los golosos. Los mejores pasteles que he comido en mi vida, los he comido en Portugal. ¡Qué peligro! Tienen una gran variedad y están todos de vicio. Claro, que después llegan las lamentaciones cuando se van todos a los michelines. Mis favoritos: el pastel de Belém y los traveseiros y queijadas de Sintra.
Había veces en las que mis pasos me llevaban al Elevador de Santa Justa. Diseñado por un aprendiz de Gustave Eiffel, a principios de siglo XX, cuando empezó a funcionar, unía la zona de la Baixa, con la Rua do Carmo, en el comercial barrio del Chiado. Ahora es un mirador desde el que se puede disfrutar de las vistas mientras se toma un café. Y una de esas vistas, es la del barrio del Chiado.
En agosto de 1.988, ocurrió la segunda catástrofe más grave en la historia de la ciudad: el incendio del Chiado, que destruyó gran parte del casco antiguo, especialmente el barrio dónde se originó. Recuerdo que interrumpieron la emisión de los dibujos animados que estaban viendo mis hermanas para informar sobre el incendio. Durante 11 horas las llamas consumieron casas y tiendas, convirtiendo en cenizas los recuerdos de muchos lisboetas y de los extranjeros que queremos a esa ciudad. Recuerdo a al mejor amigo de mi padre, Trindade, un hombre fuerte y jovial, que tiempo después no podía contener las lágrimas al ver imágenes del incendio, porque él había nacido en el Chiado.
Dejaré penas a un lado y volveré a mi paseo por Lisboa. La siguiente etapa en mis garbeos por la Baixa era la "Praça do Pedro IV", más conocida como Rossio. Dos fuentes barrocas ('pila bautismal' para muchos novatos de la universidad) flanquean una columna con una estatua del rey Pedro IV, responsable de la independencia de Brasil (país del que fue proclamado emperador), mientras que en el fondo se ve la fachada del Teatro Nacional Dª María II. La plaza está llena de cafés (algunos tan conocidos como el Nicola o la casa Suiça) y tiendas, con sus escaparates de principios del siglo XX. Es un punto de encuentro en la ciudad, ideal para comenzar la noche.
Dejando atrás la plaza y a unos pocos pasos, me encontraba con la fachada de la estación de trenes del Rossío, desde dónde parten los trenes para visitar Sintra. Sus puertas principales siempre me hicieron recordar a los ojos de un búho que observaba el devenir de la ciudad.
Unos pasos más y pasando la "Praça dos Restauradores", me encontraba frente a frente con la "Avenida da Liberdade", nexo entre la Baixa y la plaza del Marqués de Pombal. A ambos lados, teatros, cines, hoteles, tiendas y tráfico. La verdad es que después de la tranquilidad de las calles peatonales de la Baixa, el humo y el ruido de los coches hacían que me gustara poco pasear por esa avenida y la mayoría de las veces acababa cogiendo un autobus que me llevara hasta la "Praça Marques de Pombal".
En el centro de la rotonda, se yergue una estatua del Marques con un león (símbolo de poder) que contempla su obra maestra: la Baixa. En la base del monumento, se pueden contemplar otros logros del marqués, en materia de educación o agricultura y como no, una referencia al terremoto en forma de dos bloques de piedra partidos. Acercarse a ver la estatua de cerca puede ser un deporte de riesgo porque aquí conducen como locos, pero merece la pena. Y para olvidarse un poco del tráfico y reconciliarse con esa Lisboa más tranquila, un paseo por el vecino "parque de Eduardo VII", el jardín más grande y bonito de Lisboa. Con sus avenidas flanqueadas por árboles centenarios o el jardín de "Estufa fría". Aunque no es un jardín botánico al uso, se puede ver un bosque de helechos o disfrutar de variadas especies de plantas tropicales, en la zona conocida como "estufa quente".
Después de tanto paseo, tocaba ir a buscar al 'jefe' para comer con él.
Si antes hablé de los pasteles, ahora vuelvo a tocar el tema de la comida. El plato estrella en Portugal (y uno de mis favoritos) es el "bacalhau". Al fin y al cabo, fue un portugués quien descubrió el importante banco de este pescado que hay en Terranova. Dicen que en Portugal tienen mil y una formas distintas de prepararlo y seguro que están todas riquísimas.
En Lisboa, son muy tipicos los "bolinhos" (una especie de croquetas hechas con puré de patata y bacalao) y las "pataniscas". También están muy ricas las lenguas, hervidas y salteadas con un poco de ajo. Como platos principales, en Lisboa se puede encontrar en casi cualquier restaurante el Bacalhau à bras o el Bacalhau à Lisboa Antiga . Aunque yo podría, no sólo de bacalao vive el hombre.
Despues de los entremeses, una buena sopa, como puede ser el alentejano "caldo verde". Gracias a los cercanos pueblos de pescadores, en Lisboa se tiene muy buenos productos del mar que se traducen en platos como las calderaidas o unos ríquisimos arroces o pescados frescos a la plancha o asados (como las sardinas asadas, cuyo olor suele ser muy frecuente en el barrio de la Alfama). Y para aquellos a los que no les guste el pescado, un buen "bife con patatas fritas, ensalada y arroz" (filete de ternera, generalmente lomo) o un "leitão a bairrada". No me olvido de los golosos. De postre, unas riquísimas farófias, un flan de huevo o una buena porción de queso de la "Serra da Estrela". Todos estos manjares pueden ir acompañados por un "vinho verde" bien fresquito o un tinto del Alentejo con más cuerpo. Y ya para rematar este ejercicio de gula, un chupito de "bagaçeira" (orujo) o de "ginjinha", aguardiente de guindas y una buena "bica".
Sólo de pensar en cosas tan ricas, me está entrando hambre, así que será mejor que siga con mi paseo.
Después de comer, me gustaba acercarme a la "Praça de Espanha" a curiosear por los puestos del mercado que está todos los días (salvo los domingos) o a pasar el resto de la tarde en el Museo Calouste-Gulbenkian . La verdad es que conocí el museo por casualidad. Una amiga de mis padres se dió cuenta de que me gustaban mucho los libros, ya que siempre me paraba ante los escaparates de las librerías antiguas con los mismos ojos que ponía ante el escaparate de una pastelería y me llevó un día a ver ese museo.
Acababa la jornada en la oficina de mi padre, esperando que terminara de trabajar para regresar a casa. Y cuando íbamos en el coche cruzando el "25 de abril", ya iba pensando en mi siguiente 'asalto' a Lisboa.
4 comentarios:
¡Magnífico, sencíllamente magnífico!. Sí preparas lo viajes como describes, tratar contigo tiene que ser delicioso.
Por cierto, quiero ir a Lisboa. Contactaré....
Fantástico Portugal! y ahí al lado. Tengo ganas de volver.
Saludos desde Barcelona. Bonito reloj.
Seguimos en contacto.
'Turu': Vas a hacer que me sonroje. Es fácil hablar de Lisboa así, porque estoy enamorada de esa ciudad desde los 7 años. Y esa pasión se transmite a mi trabajo.
Cuando quieras ir, me lo dices, que será un placer ayudarte.
Xnem: Gracias por la visita. Portugal está al lado pero a la vez tan lejos. Y los responsables somos los españolitos. Estoy cansada de oír comentarios despectivos de mis compatriotas sobre el país vecino, sólo por ignorancia y por un sentimiento de superioridad que no entiendo muy bien. Afortunadamente, cada vez se conoce más el país vecino y muchos se dan cuenta de lo equivocados que están. ¡Con lo bien que nos iría a ambos países si colaboráramos más!
Un abrazo
Me gusto mucho la forma de abordar un viaje por Lisboa. les dejo una sugerencia nada despreciable. Compren el libro de Fernando Pessoa, "Lisboa o que o turista deve ver"
Saludos desde Argentina
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