domingo, 5 de marzo de 2006

Una de cine.

Este fin de semana, por culpa del frío y la lluvia (que hoy parecen haberse esfumado) tocó cine.
Empecé en casa viendo la película "Sr. & Sra. Smith", una película entretenidilla para pasar el rato. Es la historia de un matrimonio de asesinos que ignoran el verdadero trabajo de su cónyuge hasta que reciben como encargo matarse mutuamente. Muchos tiros, algunas risas y sobre todo, 'alegrarse la pestaña' con dos de los guapos del cine, Brad Pitt y Angelina Jolie (que se liaron en esta película y que van a ser papás próximamente)
Y después de esa película de pasar el rato, tocó en el cine una película que me ha encantado (esta cae en dvd) que es "Buenas noches y buena suerte", una de las nominadas al Óscar esta noche como mejor película y dirigida por un cada vez más sorprendente George Clooney.



La película trata sobre una etapa en la vida del periodista Edward R. Murrow: su enfrentamiento con el senador Joseph McCarthy (el de la caza de brujas de los años 50 en los Estados Unidos) y de la ética en el periodismo (y en la vida en general).
En poco más de hora y media, con un excelente plantel encabezado por
David Strathairn en el papel de Murrow (por el que está nominado a los Óscars) y unos maravillosos secundarios (entre ellos el propio Clooney, Robert Downey Jr., un genial Frank Langella o Ray Wise), la cinta rodada en blanco y negro (con aspecto de documental y en la que se emplean imágenes reales de McCarthy) me parece una película redonda. Primero, por su factura técnica y segundo, porque es de esas películas que te hacen pensar.
Hacía tiempo que no salía del cine en silencio sin comentar lo que había visto y meditando sobre ello (Me pasó entre otras con "Antes de la lluvia", "El odio", "El hundimiento"...)
Algunos críticos dicen que es sólo un catálogo de buenas intenciones, demasiado tibia o que no toma una postura crítica más contundente. A mí la película me recuerda al cine que rodaba Capra (y no sólo en su factura, sino en su enfoque). Ese cine de gente corriente que con su acciones intentan cambiar el devenir de los acontecimientos y se enfrentan a la injusticia. Y que sin pretenderlo, se convierten en héroes y en la voz de la conciencia de su sociedad (como James Stewart en
"Caballero sin espada" o Gary Cooper en "Juan Nadie").
La película de Clooney comienza y finaliza con el discurso que dió Murrow en 1958 en la convención de la Asociación de Directores de Informativos para Radio y Televisión.

Puede que esto no guste a nadie. Al final de este discurso, puede que algunos acusen a este periodista de morder la mano que le da de comer y puede que reprochen a la Asociación de haber dado acogida a ideas subversivas e incluso peligrosas. Y sin embargo, el sofisticado entramado de emisoras, agencias de publicidad y patrocinadores permanecerá impasible.
Es mi voluntad y mi deber hablar con franqueza a los que integráis este sistema sobre lo que ocurre en la radio y la televisión. Y si lo que voy a decir trae consecuencias, yo soy el único responsable de esta opinión.
Pasaremos a la historia por nuestros actos. Si dentro de 50 ó 100 añños aún quedan historiadores y aún se han conservado los quinescopios de lo emitido en una semana por las tres cadenas; encontrarán registradas, en blanco y negro o en color, pruebas de nuestra decadencia, nuestro escapismo y nuestro aislamiento de las realidades del mundo en el que vivimos. Somos una sociedad opulenta, acomodada y autocomplaciente. Adolecemos de una alergía innata a la información que nos perturba.
Los medios son un reflejo de esta situación. Como no dejemos de considerarlos un negocio y reconozcamos que la televisión está enfocada básicamente a distraernos, engañarnos, entretenernos y aislarnos; la televisión y los que la financian, los que la ven y los que la producen, podrían percatarse del error demasiado tarde.

He comenzado diciendo que pasaremos a la historia por nuestros actos. Si continuamos así, la historia se tomará la revancha y las consecuencias no tardarán en alcanzarnos.
De vez en cuando, conviene exaltar la importancia de las ideas y de la información. Imaginemos, por un momento, que un domingo por la noche un espacio normalmente ocupado por Ed Sullivan, sea cedido a un análisis del estado de la educación pública.
Y unas semanas más tarde, un espacio utilizado por Steve Allen se dedique a un estudio exhaustivo de la política americana en Oriente Medio.
¿Saldría la imagen corporativa de los patrocinadores perjudicada? ¿Montarían los accionistas en cólera y protestarían? ¿Qué otra cosa pasaría, más que unos millones de personas recibirían un poco de luz sobre temas que pueden determinar el futuro de este país y por tanto, el futuro de las empresas?
A los que afirman "la gente no los vería, no les interesa" "todo les da igual, sólo quieren evadirse", sólo puedo responder, que en la opinión de este periodista existen pruebas que rebaten ese argumento.
Pero aunque tuvieran razón, ¿qué tienen que perder? Porque si tienen razón y este instrumento no sirve más que para entretener, divertir y aislar, el tubo catódico ya parpadea y pronto veremos como la lucha está perdida.
La televisión puede enseñar, puede arrojar luz y sí, hasta puede inspirar. Pero sólo lo hará en la medida en que nosotros estemos dispuestos a utilizarla con estos fines. De lo contrario, sólo será un amasijo de luces y cables.
Buenas noches y buena suerte.


Tristemente, este discurso sigue muy vigente (y no sólo en lo que se refiere a los medios de comunicación, sino a la sociedad)

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