Fin de semana de desconexión
Este fin de semana pasado, tuvieron lugar las Segundas Jornadas Gastronómicas Peladillas. ¿Qué qué es eso? Una excusa como otra cualquiera para quedar con los amigos, irnos a una casa rural, comer, beber, reírnos y disfrutar de la compañía.
El paraje elegido, como en la ocasión anterior, unas casas rurales en el Valle de las Iruelas, cerca de El Tiemblo, en Ávila.
Llegamos el viernes por la noche, después de recoger a Carlos que venía desde Londres. Como llegamos muy tarde, pensábamos que nos iba tocar dormir al raso (no hacía mala noche para ello), pero tuvimos suerte y nos estaban esperando e inauguramos oficialmente las jornadas, dándole buenos tientos a la paletilla ibérica y a las botellas de ron.
Fue una maravilla contemplar un cielo así de cuajado de estrellas y tuve la oportunidad de charlar con alguna, aunque fue una conversación breve.
Fue una noche tranquila, entre risas, conversaciones interesantes, exaltación de la amistad y tras la cuál acabamos Nacho, Carlos y yo, a las siete de la mañana, con los pantalones remangados y metidos en el Embalse del Burguillo (el agua estaba buenísima). Nos fuimos a dormir cuando los vecinos (y sus niños) se levantaban a desayunar.
Yo sólo conseguí dormir veintiséis minutos, así que aproveché para recoger un poco y sentarme al solecillo, con un vaso de leche fría, a pensar en algunas cosas que se dijeron y en los últimos acontecimientos de mi vida.
Por la mañana, esperábamos la llegada del resto y de la carnaza que iba a ser nuestro almuerzo ese día...
Bajamos a comprar al pueblo algunas provisiones que nos faltaban y volvimos a casa a tomarnos el aperitivo y esperar a que todos fueran llegando.
¿A quién se le ocurrió dejarme a mí, urbanita de pro, a cargo de la barbacoa? Para ser mi segunda barbacoa en toda mi vida, me quedó bien. Y la idea del pan tostadito con ajo y tomate triunfó bastante.
Disfrutamos de una buena comida al solecito, Carlos y yo empezamos a transmutar en cangrejitos y nos reímos muchos entre chuleta y chuleta. Y bueno, hay que ver lo "monos" que están Carlos y Anaime posando con uno de los cascos de la obra de Chiqui.
Por la tarde, después del café y una copa en el bar del complejo, sesión de juegos de mesa. ¿Alguno ha jugado al Doom en ordenador? Pues en tablero. ¡Por Dios, qué estrés! ¡Qué de bichos y qué pocas balas!
Por la noche, otra barbacoa a la luz de las estrellas, más risas y a recogerse no muy tarde, que ya estamos mayores (aunque unos más que otros).
El domingo amaneció nublado y frío. Decidimos irnos pronto para que no nos pillara atasco y como no habíamos comido bastante, pues a tomarnos un arrocito con bogavante a Casa Parrondo. Y por la tarde, llevar a Carlos a hacer turismo por su ciudad, para que no se le olvide y tomarnos unos chismes por ahí.
Llegué a casa empachada y con mucho sueño, pero fue una cura excelente para el estrés de la semana y disfruté como una niña chica con mis amigos, entre piques y risas.
La próxima, creo que será en las fiestas de Sigüenza. Y bueno, habrá que hacer las terceras jornadas, esta vez en otoño.
4 comentarios:
Fuera de combate.. Así me ha dejado esa foto melosa.., de ese arroz suelto .., con tanto juguito...
¡Redios!
Ay que envidia me das...
Ahora toca disfrutar y relajarse un poco guapa
Besos
¡Qué envidia! ¿Para cuándo nos tomamos un arroz como ese?
Me gusta leerte relajada.
Un beso
Turu, ¿Y si te digo que de postre tomé un arroz con leche que estaba divino? Con su azúcar por encima caramelizado...Y yo no me tomé una copa de coñac como Carlos porque no tenía sitio libre en el estómago que si no...
Cuando quieras, estás invitado a uno de esos arroces si te dejas caer por Madrid.
Lúcida, el relax dura poco, pero se aprovecha intensamente.
Fran, te digo lo que a Turu. Cuando quieras.
Besos a todos
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