Un pequeño motivo de orgullo
Hace unos días a la empresa para la que trabajo (y de la que soy socia), el Instituto de Comércio Exterior de Portugal (ICEP), a través de la oficina de turismo que tiene aquí en Madrid, le entregó una mención por su labor de promoción de la región Centro de Portugal.
No fue un gran premio cargado de frases grandilocuentes y placas conmemorativas que acaban vete tú a saber que rincón de la oficina, pero para mí fue un gran detalle.
Primero, porque mi empresa es chiquirritina y estaban otras más grandes del sector con más poderío. Y segundo, pero no menos importante, porque lo estamos haciendo bien promocionando un destino que para mí, y para el resto de los integrantes de la empresa, es como nuestro segundo hogar.
Bien es sabido por quién me conoce, que si algún día me pierdo, uno de los sitios en los que pueden empezar a buscarme es en Lisboa (Si no me encuentran ahí, quizás me haya ido a tomar un travesseiro a Doña Piriquita en Sintra o esté extasiada mirando las Capelas Imperfeitas em Batalha. O cenando con mi amigo Isaac en Sesimbra. Mientras buscan, abran bien los ojos y disfruten)
También es sabido que me duele el trato vejatorio que algunos de mis compatriotas (demasiados diría yo) tienen hacia el país vecino. Me joden esos comentarios despectivos, motivados por la más absoluta de las ignorancias y por un complejo de superioridad que no sé muy bien de dónde sale (últimamente creo que somos superiores en imbecilidad, pero eso no es motivo de orgullo).
Cuando me encuentro con una de esas personas cargadas de prejuicios en el trabajo, intento convencerles de que no es así. Que ni son tan atrasados como la gente se cree y que sí hay atractivos dignos de mención como en otras grandes capitales europeas. Abrir sus miras y camelarles para que no se pierdan un tesoro que está al alcance de su mano.
He de decir que la inmensa mayoría de los que me hicieron caso, volvieron encantados de su viaje y han repetido con el país vecino.
(Al escribir esto, recuerdo que uno de los primeros viajes que vendí hace ya muchos años, fue a Portugal, a la región de la Serra da Estrela. Durante días, iba hinchada por la calle cuán pavo, porque la señora (de la que aún recuerdo el nombre) vino a felicitarme por las vacaciones tan maravillosas que le había vendido. Creo que ese fue uno de los motivos por los que me enganché aún más a mi trabajo).
¿Por qué escribo todo esto? Supongo que porque hoy, más de quince años después de esa señora, otra mujer, de las que más me costó convencer, vino a felicitarme por un viaje que le preparé por la Región de los Templarios. Y se ha llevado "puesto" uno a Madeira para el mes que viene.
5 comentarios:
Estuve allí hace tropecientos años en el viaje de estudios jejeje y te doy la razón. Preciosísimo. Y no se cómo la vería ahora, pero entonces una playita en Sintra me pareció la más maravillosa del mundo, llena de gaviotas, una paz... Ay... sí un país para perderse (y a la vez no perderse) de vez en cuando.
Besos disfruta de las vacaciones!!
Hay veces, que se premia a quien lo merece
Pues sí, qué curioso.felicidades por ti premio!
Pues resulta que...hemos coincido el ICEP y yo..te juro que no me han llamado!!!
Pero, después de tanto tiempo,niña, se me ha ocurrido premiarte...lo tienes esperando en mi blog.
Un abrazo
Felicedades por ese seguro merecido premio.
Besos
Enhorabuena! Gracias a ti, el año pasado disfruté de unas excelentes vacaciones en el país vecino. Tan cerca y a la vez tan lejos (por nuestra ignorancia, como dices).
Un beso, rapariga
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