jueves, 25 de noviembre de 2004

Crónicas del paraíso, 1ª parte

Costa Rica, ese es el paraíso: los paisajes, la flora, la fauna y sus gentes, que me parecieron un encanto. Lástima que fueran pocos días, pero me he prometido volver.
El viaje comenzó en Barajas. Tenía que estar a las 06.30 de la mañana y como me daba miedo dormirme, pues no dormí y me fui al aeropuerto tras estar la noche en vela. Luego los trámites: facturación de equipaje, control de documentación y a comprar dólares (Costa Rica es un país muy dolarizado y en casi cualquier sitio los admiten. Además, para cambiar euros por colones está más complicado)
No sé que tengo yo últimamente con los aviones, que según me acomodo, caigo dormida. Me desperté al cabo de tres horas, pero sólo lo justo para desayunar y volver a los brazos de Morfeo. Desperté nuevamente a tiempo para comer (soy como un perezoso, lo sé) y ver la cabina. El capitán (un portugués muy agradable) y el copiloto nos estuvieron explicando algo del funcionamiento (todo está automatizado y duplicado por si un sistema falla) y las vistas eran impresionantes. El resto del viaje lo pasé, como no, durmiendo.
Al llegar a San José, el calor se empezaba a notar y teníamos una sorpresa por delante: nos cambiaban el itinerario. De ir a San José y alrededores pasábamos a ir a las playas del Pacífico, lo que suponía unas 5 horas de autocar (después de 10 de avión). La verdad es que a mí no me importó mucho, aunque me quedo con el gusanillo de ver el museo de Jade (la próxima vez será).
Pasamos los trámites de inmigración y nos montamos en los autocares. Éramos sólo 38 personas, pero nos dividieron en dos autocares, lo que hizo que el grupo se disgregara. Personalmente, me hubiera gustado ir en el otro autocar. La gente era un encanto, su guía explicaba (el nuestro contaba chistes con el conductor y la encargada de la compañía) y no tenían a las "divinas" con ellos.
Mientras era de día, estuve contemplando el paisaje por el que viajábamos. Mirara a dónde mirara, veía plantas y vida. Plantaciones de café, de azúcar, bosque húmedo, bosque más seco...todo verde. Cuando anocheció (a eso de las 6), yo retomé mi historia de amor con Morfeo, con lo que no se me hizo pesado el viaje.
Llegamos al hotel Villas del Sol (un cuatro estrellas que yo considero más un tres estrellas) y hubo dos nuevas sorpresas. La primera fue agradable, íbamos en todo incluido, con lo que me gastaría menos (genial para mi economía) y la otra no tanto: mi nombre no aparecía en los listados de habitaciones con lo que no tenía dónde dormir. Finalmente, compartí dormitorio con la guía, Valentina.
Esa noche nos recogimos pronto, pues estábamos molidos del viaje. Antes de irme a la cama, me senté un ratito en la terraza a contemplar las estrellas. Nunca había visto tantas y disfruté como una niña pequeña.
A las 04.30 de la mañana, ya estaba despierta (allí amanecía sobre las 05.15) y bajé dando un paseo hasta la playa. Idiota de mí que no cogí la cámara de fotos, porque era un sitio idílico.
Después del desayuno, comenzó nuestro segundo día. En este paraíso, tendría mi propio descenso a los infiernos...pero eso irá en el siguiente post.

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