martes, 23 de noviembre de 2004

Malta

Entre el trabajo y la perrería que tengo últimamente, se me acumulan los post pendientes así que a ver si me quito uno de encima.
Tras Dubrovnik, la siguiente etapa fue la pequeña y estrategicamente situada isla de Malta. Entramos en el puerto de la Valletta a eso de las 2 de la tarde y nos recibió un calor sofocante y un día soleado. Bajamos al puerto de las primeras y después de negociar con unos taxistas, iniciamos la excursión de Mdina, Mosta y la Valletta. Nuestro taxista, Mario (o ese era el hombre de Taormina, esta memoria...) iba explicándonos en inglés los sitios que íbamos recorriendo.
Nuestra primera parada fueron los jardines de San Antón, residencia del jefe de estado.
Unas fotos para la posteridad y la amistad con un gatito (raro en mí, no me gustan nada) que rondaba por allí y como los turistas japoneses, de prisa a la siguiente parada: la fábrica de cristal. Si alguno va a visitar Malta, que no compre nada en esa fábrica. Es cierto que tiene cosas monísimas, pero dos y tres veces más caras que en La Valletta. Nuestro conductor dió con su gozo en un pozo cuando vió que no comprabámos nada y seguimos a Mdina.
Mdina, la ciudad del silencio, en pleno corazón de la isla, te recibe con sus murallas de color ocre y su puente levadizo de piedra como entrada a la ciudadela. A la entrada, foto chorra en un cepo (anuncio de un museo de la ciudad) y después, vimos un descapotable antiguo y el conductor accedió a posar para una foto. Nuestros pasos nos llevaron hasta la Catedral, del siglo XVI, en cuyo museo se pueden ver algunas xilografías de Durero (que en esta ocasión no ví). Lo más "destacable" fue nuestra honrosa actuación: pedimos a unos boy scouts que se apartaran para hacernos una foto en uno de los cañones. Seguimos paseando hasta el mirador, desde dónde se tiene una fantástica vista de las aldeas circundantes a Mdina y si el día está despejado (como aquel), se ve estupendamente la bahía de St Paul.
Después de un paseo por los callejones, seguimos para ver la iglesia de Mosta (que pillamos en plena misa)., que tiene una de las mayores cúpulas sin apoyo del mundo (unos 40 metros de diámetro). En el interior se conserva una bomba de la segunda guerra mundial, que cayó en medio de una misa en 1942 y no estalló, circunstancia que los lugareños consideraron un milagro.
Ya casi de noche, llegamos a La Valletta. Tampoco pudimos ver el interior de la Co-Catedral de San Juan, por coincidir otra vez con un servicio religioso, así que nos fuimos a dar un paseo y de compras (que ya tocaba). Después, unas vistas nocturnas desde los jardines de Upper Barraca y de vuelta al barco, para seguir con la fiesta.

Aquí una foto de uno de los bastiones que se ven a la entrada en el puerto de la Valletta:
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Yo posando en uno de los callejones de Mdina
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